Julio 2017.
"CONSIDERACIONES"
TALLERES: “Juntos aprendemos a convivir en la escuela” una propuesta inclusiva para promover el trabajo en equipo.
TALLERES, SÍ, PERO...
Nuestra preocupación respecto de los talleres no radica tanto en lograr que se hagan, lo cual es importante, sino en la reflexión que suscita su introducción en el currículum escolar.
Es capital, por obvio que parezca, explicitar la finalidad de esta actividad, es decir, cual es el tipo de problema o problemas que pretendemos abordar: metodológicos; curriculares; motivadores, con un componente, además, de socialización e integración específicos; de desarrollo de una cooperación más estrecha entre profesores; de asegurar la inclusión y la participación de todos los alumnos en las actividades escolares; etcétera.
Habitualmente, las características del trabajo escolar, y la premura de los condicionantes en los que se desenvuelve cualquier equipo de enseñantes, hacen que el objetivo principal acabe convirtiéndose en la asignación a alguien de la responsabilidad de definir una actividad y su desarrollo. Simultáneamente, se le asignará un espacio horario y posteriormente se concretarán los instrumentos concretos con los que se llevará a cabo.
Al reflejar cómo es una secuencia habitual en la toma de decisiones para la incorporación de la actividad de talleres al currículum escolar, no pretendemos hacer ninguna contraposición respecto a lo dicho más arriba; al contrario, pueden darse como procesos paralelos, apoyados el uno en el otro. Lo que si importa es destacar los riesgos de una toma de decisiones basadas exclusivamente en un cierto voluntarismo, en intuiciones poco explicitadas o debatidas, en la inercia de una decisión colectiva, más ética que funcional, o en base, únicamente, a las limitaciones del presente. Y, al hablar de riesgos, nos referimos sencillamente a que se obtengan resultados muy por debajo de los posibles.
El resultado era que niños y niñas realizaban su trabajo completamente en solitario.
Otro aspecto básico en la organización de talleres es decidir cuáles son los que se proponen y por qué. Uno de los peores adversarios de esta modalidad de trabajo se halla en ciertas inercias o hábitos culturales. Así, mientras nadie, o casi nadie, discute la viabilidad de su aplicación en el área de las llamadas «manualidades», encontraríamos mayores resistencias si se tratase de extenderlas a áreas curriculares de mayor consideración social y prestigio científico. Probablemente, los argumentos irían desde la densidad de los programas hasta la necesidad de controlar de cerca las adquisiciones de los alumnos. Sin embargo, si estos argumentos fuesen ciertos, ¿no lo serían para el resto de las actividades educativas que propone la escuela? ¿O podríamos considerar quizás una ley no escrita, que podría formularse diciendo que la propuesta de talleres es viable en proporción inversa a la presión social que existe sobre un área curricular determinada?
No es mi propósito entrar en el detalle de éstas y otras consideraciones que se puedan hacer, entre otras razones porque el debate no es sencillo, y la cantidad de variables es enorme: tantas como probabilidades de caer en simplificaciones.
Es interesante reflexionar sobre cuál sería una oferta óptima, para ver en qué queda lo que ofrecemos, cuánto nos falta para conseguirlo y cómo planificarlo. Para ello, proponemos partir de otro hilo conductor: el del niño y sus necesidades.
Entre las necesidades educativas básicas que podrían constituir el marco de referencia de una oferta de talleres, cabría destacar las siguientes: las que se refieren al área de salud y alimentación; las que remiten al conocimiento del medio social y natural; las del mundo de la tecnología, la artesanía y la industria, que nos permiten comprender los objetos que nos rodean; todas aquellas que se refieren al área de la comunicación y expresión, del tipo que sea, incluido el mundo de la imagen y, por último, pero no menos importantes las necesidades de tipo lúdico.
Llegados a este punto, se impone recapitular sobre el fondo del problema de los talleres en la escuela.
¿Deben ser una actividad periférica o básica en la oferta curricular de nuestra escuela? ¿Deben ceñirse a un área restringida o son susceptibles de interrelacionarse con los más variados aspectos curriculares? En la circunstancia de que optemos por las segundas opciones, que nos llevan a una reflexión más profunda, hay que resolver cómo pasar de una situación de presente a un proyecto de futuro que recoja las necesidades educativas de los alumnos, considerados desde la óptica de su diversidad, como trabajadores, ciudadanos, consumidores.... en un futuro inmediato.
Es en este marco donde cobra sentido la cuestión de qué talleres y por qué.
Zumba.
Actividades Manuales.
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